La Máscara de Virtud

El insaciable apetito de El Carpintero por el morbo se nutría de los micrófonos ocultos y las cámaras espías que había instalado en la casa de su propia madre, sin que ella sospechara.

En la ciudad fronteriza todos conocían al Carpintero . Su sonrisa era tan confiable como sus muebles, tallados con la precisión que solo los años de experiencia pueden otorgar. Las familias de la colonia donde vivía lo buscaban no solo por su habilidad con la madera, sino por los consejos que ofrecía como si fueran regalos envueltos en papel de sabiduría.
Pero detrás de la fachada de este artesano de la honestidad, se escondía una verdad que nadie en La Colonia podía imaginar. El Carpintero , el pilar de la comunidad, el mentor de los jóvenes, el amigo de los ancianos, guardaba secretos oscuros que, como las sombras en su taller, solo se revelaban bajo la luz adecuada.
Miembro Honorable de la Comunidad
El carpintero , un miembro estimado de la comunidad, disfrutaba de una reputación intachable. Era conocido por su asistencia constante a la iglesia todos los domingos. Su esposa, considerada un pilar fundamental en su parroquia, siempre estaba dispuesta a colaborar en los eventos de la comunidad religiosa. Ambos, siempre proyectando una imagen ejemplar.
El Carpintero , aparentando ser un hombre de bien, se dedicaba a ayudar a los vecinos que enfrentaban dificultades económicas, realizando favores desinteresados y hasta cubriendo los gastos médicos de las mascotas del vecindario. Debido a su supuesta alta moralidad, nunca rechazaba la oportunidad de hacer un favor.
Morboso y Fisgón
El insaciable apetito de El Carpintero por el morbo se nutría de los micrófonos ocultos y las cámaras espías que había instalado en la casa de su propia madre, sin que ella sospechara. Tras largas jornadas laborales, se sumergía en la escucha de las grabaciones, invadiendo la privacidad materna con una frialdad calculadora.
La verdad salió a la luz una tarde, tras una acalorada discusión entre su esposa y su madre. Al regresar a casa, El Carpintero se apresuró a revisar las grabaciones. Cuando su madre intentó relatarle el altercado, él la interrumpió abruptamente, completando sus frases y revelando así su clandestina vigilancia. Confesó haber escuchado todo, dejando en evidencia su perturbadora obsesión.
Desagradecido con la Dadora de Vida
Cada madrugada, antes del alba, la madre de El Carpintero se levantaba para prepararle el desayuno. Con manos laboriosas y amor de madre, elaboraba burritos de frijoles envueltos en tortillas de harina que ella misma hacía a mano. Era un ritual de cariño, una ofrenda matutina para su hijo.
Sin embargo, El Carpintero , carente de aprecio por el gesto, desechaba la comida al llegar a su trabajo. Los burritos, cargados de afecto y esfuerzo, terminaban en el fondo del bote de basura, ignorando el sacrificio y la dedicación que representaban.
Devoto fanático de las cariñosas
cada semana era habitual verlo entrar y salir de los centros de prostitución de la ciudad a los que acudía a adquirir los servicios de sexoservidoras de forma regular encontrándose en algunas ocasiones con sus propios hermanos y amigos a los cuales invitaba de forma ocasional mas nunca accedieron a sus invitaciones a lo cual el tan solo les pedía el favor de abstenerse a contar a los demás miembros de la comunidad que se lo habían encontrado mientras salía o entraba de los bares y hoteles de la zona de tolerancia de la ciudad.
Engañando a su esposa con la Hermana de ella misma
su lujuria no parece tener limites ya que además de serle infiel a su señora esposa con sexoservidoras además en mas de una ocasión le fue infiel con la propia hermana de ella misma hasta el momento en que fue descubierto y se separo de el por una temporada .
Ahogando Las Penas
Tras el incidente en el que su esposa, en un momento de ira, destruyó su recién adquirido automóvil Honda con un bloque de concreto, El Carpintero se encontró solo. La separación fue inmediata,, una espiral de autodestrucción comenzó. Día tras día, se sumía en el alcohol, ahogando sus penas al ritmo de “Botella Envenenada” de Los Temerarios. En su solitaria habitación, las botellas de vidrio se acumulaban, formando una torre de recuerdos y remordimientos.
Su madre, testigo de su caída, le preguntaba con frecuencia cuándo cesaría aquel envenenamiento voluntario. La respuesta de El Carpintero era siempre la misma: dejaría de beber cuando el recuerdo de su esposa se disipara, cuando el dolor ya no anidara en su pecho.
Avaricia en el Lecho de Muerte
El día que su madre yacía en su lecho de muerte en el hospital, víctima de un severo derrame cerebral, El Carpintero actuó movido por la avaricia. Mientras sus hermanos aguardaban ansiosos en la sala de espera por noticias de los médicos, él se dirigió a la casa familiar. Allí, bajo la inocente mirada de sus sobrinos adolescentes que residían con su madre, forzó la cerradura del cajón del armario donde ella guardaba las escrituras de la propiedad. Con sigilo, sustrajo los documentos, ignorando la confianza y el amor familiar, mientras sus sobrinos, carentes de sospecha, no podían imaginar la magnitud de su traición.
La Traición Consumada
No existe día que no amanezca ni fecha que no se cumpla. La familia de El Carpintero jamás sospechó que, años atrás, él había iniciado un proceso clandestino para transferir a su nombre la propiedad de su madre, sin levantar sospechas. Durante dos décadas, El Carpintero vivió en Estados Unidos, permitiendo que sus hijos se educaran allí, mientras la casa que había construido en el terreno de su madre permanecía vacía.
Durante ese tiempo, en la ciudad , su hermano y sobrinos velaban por la casa, cuidando el pedazo de tierra materno con dedicación. Sin embargo, cuando El Carpintero decidió regresar a vivir a la ciudad y ya no necesitaba de sus servicios, envió a su esposa con un ultimátum: expulsar a su familia de sus hogares, alegando ser el legítimo propietario. Sostenía que su madre le había vendido la propiedad, aunque en realidad, había manipulado los trámites legales para aparecer como el comprador original, omitiendo a su madre por completo.
Tras desalojar a su familia, El Carpintero los demandó, exigiendo el pago de rentas atrasadas por todos los años que habitaron allí. El día del juicio, pagó a dos testigos para que declararan, al igual que él, que sus familiares habían invadido la propiedad hace un par de décadas. Era una falacia, pues vivían allí desde hacía 30 años, lo cual podía ser comprobado con documentos oficiales, testimonios de otros familiares y la confirmación de los vecinos, quienes podían atestiguar que las alegaciones de los testigos falsos eran una mentira.
Cualquier Parecido Con La Realidad Es Mera Coincidencia .


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